martes, 10 de agosto de 2010

PARADOJA

Llevo casi toda mi vida luchando contra el miedo, que no da tregua, que habita dentro de mí. Se asienta perpetuo en la boca de mi estomago y allí permanece vigilante, urdiendo planes de conquista. Para él no existen ni el tiempo ni el cansancio. Ataca en la vigilia y en el sueño, perpetra sus incursiones, plaga mi alma de angustias y regresa victorioso a su atalaya desde donde observa su reinado y vigila para que nunca haya paz.

Tiene facciones monstruosas y cicatrices que le recorren todo el cuerpo. Su sonrisa es de hielo y su espada de fuego. En su cinto, atados con gruesa soga, porta los trofeos de sus victorias: mis fracasos en la vida; se jacta vanidoso de que gracias a él yo no soy nada. Me dice jocoso que soy un ser anodino incapaz de dar un paso sin antes consultarle. Y tiene razón.

Vimos juntos como mi mujer me abandonaba, como mi jefe me despedía, como mis amigos me daban la espalda… hasta que sólo quedamos él y yo, enzarzados en una pugna perpetua que yo siempre pierdo, metidos en una violenta rueda que no se ha roto hasta hoy.
El doctor ha entrado en la consulta y me ha mirado a los ojos.

- Tres meses, máximo seis –me ha dicho impostando la pena en su rostro.

Un súbito alivio me ha recorrido el cuerpo y al cerrar la puerta una sonrisa ha colonizado mi rostro. Luego una carcajada y las miradas de todos los que esperan su diagnostico fijas en mí. ¡Me ha dado igual! Hacía tanto tiempo que no reía que apenas he alcanzado a reconocerme. Andaba ligero, como cuando era un niño y nada me asustaba. La enfermedad y una muerte segura me han hecho vencer la guerra.

Es una paradoja, lo sé, pero todo acabará como comenzó: sin miedo a nada.

Anonimo

No hay comentarios:

Publicar un comentario